¿Somos como un queso gruyère?

Un día caminaba con mi hija a la salida de la escuela. Ella había tenido un mal día y, al encontrarnos, me contó entre sollozos lo que había sucedido. Después de un rato, ya en calma me dijo:

– “¿Ves mamá? Es por esto que quiero que vengas a buscarme todos los días al colegio”

-“ Sí lo sé…y cuando no pueda, podrás contarme como te fue a mi llegada o durante la cena”, contesté.

-“Ya, pero yo lo necesito ahora. También se que está mi cuidadora y que ella lo intenta, que hace lo posible para que yo esté bien, para que no esté triste… y … yo a quien necesito es a mi mamá, es con mamá con quien quiero…”

¿De qué está hablando? Lo más obvio que está expresando es que necesita de su madre, necesita ser recogida, consolada y acompañada por ella, por mí en este caso. Además, pone de manifiesto otro asunto. No sólo habla de lo que necesita, sino de si lo obtiene o no y cuándo. En este caso, le estoy diciendo que lo puede tener aunque no siempre en el mismo momento que siente esa necesidad, que en ocasiones será más tarde, que tendrá que esperar. Sí esperar, sostener que durante un tiempo que no puede cubrir lo que necesita.

¿Quién no ha tenido esta experiencia de necesitarlo y que sea ya, verdad? Creo que todos la podemos tomar como propia. ¿Qué hacer entonces? Forma parte del proceso de maduración vérnoslas con este asunto y con cómo lo manejamos. Son múltiples las opciones que aparecen para abordar esta situación, tantas como diferentes caracteres. Por ejemplo, una persona puede contar que no lo necesita tanto, otra puede rechazar lo que se le da porque cuando necesitó no lo recibió. En definitiva, son estrategias para mitigar el dolor, la frustración y el vacío que nos puede producir el hecho de que lo que necesito no se da.

Quizás forma parte de la maduración, sostener esos momentos donde no es resuelta nuestra necesidad o poder mantener la espera para por fin satisfacerla. Este aprendizaje es importante. De hecho, en ocasiones en etapas adultas seguimos buscando desesperadamente aquello que faltó en la infancia. A veces buscamos cubrir necesidades no cubiertas en lugares equivocados, como en la pareja por ejemplo.

Entonces, ¿qué pasa con aquello que no se vio satisfecho? Ese lugar queda vacío, no puede ser llenado por nada, de modo que solo queda sostenerlo. En el ejemplo que pongo con mi hija, habrá días que me necesite y yo no esté y otros que sí, al igual que existirán momentos en los que yo la podré acompañar y otros en los que, por diferentes razones, no estaré. De este modo aprendemos a que a veces tenemos lo que necesitamos y otras no.

Ninguno de nuestros padres son perfectos, ni nosotros lo somos. Son y somos sencillamente humanos con nuestras posibilidades, nuestras limitaciones y nuestras circunstancias. Ver a nuestros padres tal como son y ver lo que nos dieron y lo que nos faltó nos hará crecer.

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