
Las caídas forman parte de la vida, sean de risa o sean dolorosas
El otro día una amiga me contó que se había subido a un taburete para sacar unas sábanas de su armario. Con las sábanas en la mano de repente puso el pie fuera del taburete y cayó al suelo. Dice que vivió la caída a cámara lenta. Sorprendida, y todavía en el aire, le dio tiempo de pensar:
“¡Ahí va! Ahora, ¿qué pasará?”
Cómo si fuese posible que de repente no actuara la fuerza de gravedad en ella. Obviamente (y gracias a Dios), no fue así y cayó al suelo.
Tumbada entre sábanas empezó a reírse a carcajadas. No podía parar.
Existe un personaje – diría un arquetipo – en nuestra cultura que es experto en caerse: El Payaso. Para el payaso la caída siempre es accidental pero nunca inoportuna. De hecho, para el payaso, la caída es una de sus principales herramientas para encontrar su conflicto, su humor y su musicalidad. La caída le hace sobrevivir en el escenario, ya que muchas veces nos reímos, dándole así su razón de ser. Como si tocara un instrumento muy bien afinado este personaje mimetiza y encarna nuestros conflictos más grandes de la vida: el éxito y el fracaso, la vida y la muerte, el pensar y el actuar, el ganar y perder, la gravedad y la anti-gravedad.
Todos vivimos momentos imprevistos. Donde nosotros teníamos un plan, de repente se cuela la vida. Puede dar la sensación de que el tiempo cambia de densidad, el día de rumbo o que se disolviese el plan que teníamos… Reflejándonos en estos momentos el payaso noblemente nos hace reír. Cayéndose y recuperando el equilibro una y otra vez, conectándonos así, a través de la sonrisa con la experiencia de vivir.
La circunstancias de la vida hace que adquiramos costumbres y posturas muchas veces sin cuestionarlas – tanto relacionales como corporales. El trabajo somático y el de movimiento nutre un espacio de escucha interna donde es posible encontrarse con algo menos frecuentado, algo inesperado o desconocido para nosotros. Quizás algo que haya quedado más oculto por la razón que sea… (Muchas veces las costumbres que nos protegieron en el pasado ya no nos sirven en el presente.)
El trabajo somático además nos presta un método seguro para acercarnos a situaciones que han sido sobrecogedoras, incluso traumáticas, caídas muy dolorosas. La escucha sensorial que se utiliza en la somática nos permite afianzar una relación segura con nuestro cuerpo. Prestando atención a las reacciones del sistema nervioso, completando la vivencia y poco a poco aprender a regularnos (emocionalmente) ante lo sucedido. Ante la caída.
Las caídas forman parte de la vida, sean de risa o sean dolorosas. Porque aquí vivimos, entre la gravedad y la anti-gravedad. Esa dinámica/circunstancia también es la que nos permite sentir nuestro eje. Y en el eco de una sacudida fuerte – como puede ser una caída – suele brotar una energía fresca, sensaciones nuevas, que nos haga percibir la vida con una cierta claridad.
En el suelo, entre las sabanas y con el taburete medio encima de repente la risa se hace posible.